“Alto, delgado y parsimonioso, Hank caminaba con pasos característicamente largos y se movía con una plácida pero inconfundible autoridad, andares que sólo pueden ser calificados de felinos en su delicada deliberación. Como señaló un crítico no camina, flota. Su excepcional fotogenia hizo el resto”
(Juan Tejero, escritor cinematográfico)
(Juan Tejero, escritor cinematográfico)
Una de las principales características de Henry Fonda, Hank para los amigos, es su peculiar forma de caminar. De hecho, algunos de los directores con los que trabajó decidieron incluir en sus películas escenas del actor caminando como garantía segura de que enriquecería el resultado global. Sus andares eran genuinamente cinematográficos.
No es de extrañar, pues, que también se incluyeran en sus títulos diversas escenas de baile. Esa manera tan elegante de caminar debía ir pareja, por lógica, con un elegante sentido del ritmo.
Incluso en la etapa madura del actor encontramos divertidas escenas de baile en las que Henry es protagonista.
“Los desbravadores” es un divertido western que coprotagonizan Henry Fonda y Glenn Ford, dos vaqueros trotamundos especializados en desbravar caballos, que son acompañados durante toda la película por un tercer coprotagonista, un peculiar caballo ruano. Entre trabajo y trabajo, estos vaqueros sacan tiempo para dedicárselo a dos hermanas que les brindan todo tipo de atenciones. Entre otras, un baile organizado por ellas al más puro estilo del Oeste. Henry y Glenn aportan aquí sus diferentes modos de afrontar el ritmo musical en una muy simpática escena.
En “La pícara soltera”, comedia americana sin más pretensión que la de entretener, la pareja protagonista formada por Natalie Wood y Tony Curtis es reforzada por Henry Fonda y su pareja en la película, otro mito cinematográfico llamado Lauren Bacall. Fonda y Bacall dan vida a un maduro matrimonio con pequeñas crisis, las cuales no impiden que se marquen un divertido baile al estilo del twist donde los dos actores demuestran sus tablas en el terreno de la comedia.
Pero a Henry estas escenas musicales ya no le pillaban de improviso. Llevaba a sus espaldas una carrera cinematográfica en la que el baile hacía su aparición de vez en cuando y, en muchas ocasiones, como elemento crucial en el desarrollo de la trama.
En “Jezabel” la escena del baile que protagonizan Henry Fonda y Bette Davis llega a cambiar el curso de los acontecimientos. El baile al que son invitados Julie y Preston tiene unas normas de etiqueta muy estrictas. Entre otras, el que las solteras a punto de casarse luzcan el consabido vestido blanco y no el que escoge Julie a última hora. Premeditadamente decide transgredir esta norma presentándose con un espléndido vestido rojo escarlata, segura de que, pese a todo, deslumbrará a los asistentes al baile. Pero su entrada en la fiesta es acogida con frialdad.
Esta magistral secuencia, cuyo rodaje llevó un total de cinco días, está magníficamente concebida por el director William Wyler, un maestro en la materia. Wyler nos transmite el embarazo que crea tal situación, el desprecio hacia Julie de los asistentes al baile y la venganza de su novio, que lleva el capricho de ella hasta el final obligándola a bailar ante el numeroso público, que se aparta dejando a la pareja sola.
En “Las uvas de la ira” la pareja de baile la forman Tom Joad y su madre. Maravillosamente interpretados por Henry Fonda y Jane Darwell, estos dos personajes bailan al son de la melodía “The red river valley”, a la que el propio Fonda le añade su voz. La escena, tan triste como entrañable, recoge las condiciones sobrehumanas que vive la familia Joad, aquí en un intento de Tom por animar el ambiente. Fue dirigida por John Ford. No hace falta decir más.
Y es precisamente Ford, sin duda alguna el director que mejor conocía los recursos actorales de Fonda, el que nos regala las dos escenas de baile más entrañables de Henry.
En “Fort Apache” nos encontramos a un Henry Fonda serio, recto, como el estricto coronel al que da vida en pantalla. Por ese mismo motivo, la escena de baile que ilustra esta película resulta tan chocante y tan eficaz al mismo tiempo. El baile que protagoniza Fonda con su pareja es solemne y muy preciso en su forma, como la vida que lleva el coronel, sin salirse de su recto camino. Pero Ford le añade un detalle cómico a través de Henry quien, al igual que su pareja femenina, intercala unos pequeños y divertidos pasos laterales al conjunto del estudiado baile.
Sin dejar en ningún momento de ser efectuado con una perfección al milímetro, el director le está dando a la escena al mismo tiempo el inconfundible “toque fordiano”. Forma de bailar la de Henry que contrasta con la del resto del ejército, más acorde al ambiente de un baile de tales características. Escena sencilla por un lado pero que nos dice mucho en cuanto al personaje del coronel que interpreta Henry Fonda.
Sin dejar en ningún momento de ser efectuado con una perfección al milímetro, el director le está dando a la escena al mismo tiempo el inconfundible “toque fordiano”. Forma de bailar la de Henry que contrasta con la del resto del ejército, más acorde al ambiente de un baile de tales características. Escena sencilla por un lado pero que nos dice mucho en cuanto al personaje del coronel que interpreta Henry Fonda.
“No puedo ahora recordar mejor ejemplo de un gran actor que el de Henry Fonda interpretando al sheriff Wyatt Earp digno, serio, torpe, limitado, enamoradizo, vengativo y envarado, que conduce de su brazo a una joven hacia un baile campestre por los caminos polvorientos de un pueblo de frontera”
(Juan Antonio González Fuentes, escritor)
En “Pasión de los fuertes” nos encontramos un baile tan típico de esa época como de las películas de John Ford. Wyatt Earp, el personaje que encarna Henry Fonda, acaba de salir de la barbería, donde le han acicalado con perfume, aroma que él va emanando y explicando a quien se cruza en su camino. Wyatt se dirige con Clementine al baile que Tombstone celebra en su iglesia a medio construir, bajo las banderas ondulantes de los Estados Unidos.
Baile Wyatt y Clementine
Una vez llegan allí, Earp no se decide a salir a la pista, y cuando lo hace, los músicos paran de tocar para recalcar que van a bailar ellos. Es decir, justo todo lo contrario a la tímida intención de Wyatt. El baile de la pareja que vemos a continuación nos vuelve a demostrar el excelente tándem cinematográfico que formaron Fonda y Ford.
Escena mágica, entrañable y antológica de Henry Fonda, de John Ford, de las películas del Oeste y de la historia del cine en su totalidad.
“¿El cine? ¿Usted ha visto caminar a Henry Fonda? Pues eso es el cine”
(JOHN FORD)
6 comentarios:
Me estás convenciendo. Creo que voy a empezar a llamarle Hank.
Gracias, Miss Yuyi
llamarle o llamarlo? la?, le?, lo?...
Da igual, no creo que me conteste
Sí, te entiendo, Iones, yo hace ya mucho tiempo que le llamo Hank...
Y ésa es mi intención con este blog. Que os familiariceis vosotros también con esta leyenda del cine.
Y eso que acabamos de empezar...
Supongo que los bailes de Henry, Hank, o Roberts, son puramente anecdotarios, pues sus películas no suelen ser musicales.
Aunque todo hay que decirlo, falta un baile en su carrera cinematográfica, en una película que es una verdadera danza en si misma, una danza a la vida. EN EL ESTANQUE DORADO.
Más que anecdotarios, M. de Tejón, los bailes de Hank formaban unidad con el argumento, y algunos de ellos lo enriquecían.
Y totalmente de acuerdo contigo en su última danza en el estanque dorado. Por supuesto que hablaremos aquí de su Norman Thayer, Jr. Para mí, su personaje más perfecto. Y mira que me cuesta elegir estando también ahí Tom Joad, Wyatt Earp o Mr. Roberts.
Claro, por eso Henry Fonda llegó a donde llegó y yo no, porque yo cuando ando se me echan los hombros para adelante y parece que doy salticos, así que Jonh Ford más que ver cine en mis andares vería a un suricato.
Yo no sabía que a Henry Fonda se le podía llamar Hank, ni que había bailado tanto. Desde hoy llamaré Hank Azaria a Fred Astaire.
Besos y gracias por las infos.
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