miércoles, 2 de diciembre de 2009

HANK Y STEINBECK

Henry es un hombre tierno, que te llega al corazón, pero inalcanzable. Su cara es un cuadro de sentimientos opuestos en conflicto
(John Steinbeck)


John Ernst Steinbeck nació el 27 de Febrero de 1902. Escritor estadounidense galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1962, tiene en su haber una serie de novelas que le ubican en primera línea de la corriente naturalista o del realismo social americano.


Su obra más popular es, sin duda, “Las uvas de la ira” (1939), magistral novela por la que Steinbeck obtuvo el Premio Pulitzer en 1940. El duro relato de una familia que, procedente de una empobrecida región de Oklahoma, emigra a California durante la depresión económica de los años 30, fue en su momento una controvertida novela y un documento de protesta social (“Es curioso lo lejana que resulta una desgracia cuando no nos atañe personalmente”). Hoy está considerada como todo un clásico de la literatura estadounidense.


La novela de “Las uvas de la ira” surgió de los artículos periodísticos que el propio Steinbeck había escrito sobre las nuevas oleadas de trabajadores que llegaban a California. El mismo escritor, durante su juventud, trabajó como jornalero rural y recolector de fruta.

En esta obra se describe la eterna lucha de las gentes que dependen de la tierra para sobrevivir, convirtiendo la dignidad de los pobres y los oprimidos en su tema central. Sus personajes, atrapados en un mundo injusto, siguen siendo hoy seres humanos heroicos.



Como en el resto de su obra, el estilo de John Steinbeck se sustenta en esta novela en una gran carga de emotividad en los argumentos y en el simbolismo de las situaciones y personajes que crea. Todo ello con un fuerte componente alegórico y espiritual que se alimenta de la piedad e interés del autor por los desfavorecidos de todo tipo.

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Cuando la Twentieth Century Fox anunció su intención de adaptar la novela a la gran pantalla, Henry Fonda, que había leído el libro y se había entusiasmado con todo lo que Steinbeck había escrito, y había leído también el posterior guión de Nunnally Johnson, hizo lo imposible por hacerse con el papel de Tom Joad.


Pero no sólo consiguió Fonda ser el protagonista de esta película. Durante el rodaje de la misma, Henry y John Steinbeck iniciaron una amistad que se fue estrechando con el paso de los años y que perduraría hasta la muerte del escritor.

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En 1973, Henry Fonda protagonizó “El potro alazán”, una película para la televisión que estaba basada en “El pony rojo” (“The red pony”), otro relato de John Steinbeck.


En esta historia se dan cita dos importantes descubrimientos: el contacto y la comunión con la naturaleza y el despertar a las luces y las sombras de la existencia. “El pony rojo” se nos presenta en forma de cuatro episodios de la infancia de Jody Tiflin, un muchacho que vive en una granja de California. Con esta obra, John Steinbeck consiguió una de sus principales cimas dentro de sus obras de menor extensión.


Los tres primeros capítulos de este libro fueron editados entre 1933 y 1936 en una serie de revistas de la época, siendo publicada la novela en su totalidad en 1937.

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Veinticinco años después del estreno de “Las uvas de la ira”, John Steinbeck la volvía a ver y se quedaba otra vez de piedra con la interpretación de Henry Fonda.


El tiempo pasa y nosotros cambiamos… Pero cargué esa cosa en mi proyector doméstico y me senté a ver cómo había envejecido. Luego un pedazo de electricidad con una cara flaca y oscura apareció caminando en la pantalla y se apoderó de mí. Otra vez volví a creer en la historia que había escrito

John Steinbeck nos dejaba el 20 Diciembre de 1968. En su funeral, Henry Fonda leía poemas de Petrarca, Tennyson y Robert Louis Stevenson.

"Todos encontrarían su propia vida mucho más interesante si dejaran de compararla con la vida de los demás"
(HENRY FONDA)

martes, 29 de septiembre de 2009

BAILANDO CON HENRY


Alto, delgado y parsimonioso, Hank caminaba con pasos característicamente largos y se movía con una plácida pero inconfundible autoridad, andares que sólo pueden ser calificados de felinos en su delicada deliberación. Como señaló un crítico no camina, flota. Su excepcional fotogenia hizo el resto
(Juan Tejero, escritor cinematográfico)

Una de las principales características de Henry Fonda, Hank para los amigos, es su peculiar forma de caminar. De hecho, algunos de los directores con los que trabajó decidieron incluir en sus películas escenas del actor caminando como garantía segura de que enriquecería el resultado global. Sus andares eran genuinamente cinematográficos.

No es de extrañar, pues, que también se incluyeran en sus títulos diversas escenas de baile. Esa manera tan elegante de caminar debía ir pareja, por lógica, con un elegante sentido del ritmo.

Incluso en la etapa madura del actor encontramos divertidas escenas de baile en las que Henry es protagonista.

Los desbravadores” es un divertido western que coprotagonizan Henry Fonda y Glenn Ford, dos vaqueros trotamundos especializados en desbravar caballos, que son acompañados durante toda la película por un tercer coprotagonista, un peculiar caballo ruano. Entre trabajo y trabajo, estos vaqueros sacan tiempo para dedicárselo a dos hermanas que les brindan todo tipo de atenciones. Entre otras, un baile organizado por ellas al más puro estilo del Oeste. Henry y Glenn aportan aquí sus diferentes modos de afrontar el ritmo musical en una muy simpática escena.


En “La pícara soltera”, comedia americana sin más pretensión que la de entretener, la pareja protagonista formada por Natalie Wood y Tony Curtis es reforzada por Henry Fonda y su pareja en la película, otro mito cinematográfico llamado Lauren Bacall. Fonda y Bacall dan vida a un maduro matrimonio con pequeñas crisis, las cuales no impiden que se marquen un divertido baile al estilo del twist donde los dos actores demuestran sus tablas en el terreno de la comedia.


Pero a Henry estas escenas musicales ya no le pillaban de improviso. Llevaba a sus espaldas una carrera cinematográfica en la que el baile hacía su aparición de vez en cuando y, en muchas ocasiones, como elemento crucial en el desarrollo de la trama.

En “Jezabel” la escena del baile que protagonizan Henry Fonda y Bette Davis llega a cambiar el curso de los acontecimientos. El baile al que son invitados Julie y Preston tiene unas normas de etiqueta muy estrictas. Entre otras, el que las solteras a punto de casarse luzcan el consabido vestido blanco y no el que escoge Julie a última hora. Premeditadamente decide transgredir esta norma presentándose con un espléndido vestido rojo escarlata, segura de que, pese a todo, deslumbrará a los asistentes al baile. Pero su entrada en la fiesta es acogida con frialdad.


Esta magistral secuencia, cuyo rodaje llevó un total de cinco días, está magníficamente concebida por el director William Wyler, un maestro en la materia. Wyler nos transmite el embarazo que crea tal situación, el desprecio hacia Julie de los asistentes al baile y la venganza de su novio, que lleva el capricho de ella hasta el final obligándola a bailar ante el numeroso público, que se aparta dejando a la pareja sola.

Y todo ello se nos muestra sin apenas diálogo. Con esta escena, Henry le brinda magistralmente a Preston, hasta ahora falto de personalidad, la garra y el orgullo que requiere para resistir con la cabeza bien alta la pública humillación del caprichoso personaje que interpreta Bette Davis.

En “Las uvas de la ira” la pareja de baile la forman Tom Joad y su madre. Maravillosamente interpretados por Henry Fonda y Jane Darwell, estos dos personajes bailan al son de la melodía “The red river valley”, a la que el propio Fonda le añade su voz. La escena, tan triste como entrañable, recoge las condiciones sobrehumanas que vive la familia Joad, aquí en un intento de Tom por animar el ambiente. Fue dirigida por John Ford. No hace falta decir más.



Y es precisamente Ford, sin duda alguna el director que mejor conocía los recursos actorales de Fonda, el que nos regala las dos escenas de baile más entrañables de Henry.

En “Fort Apache” nos encontramos a un Henry Fonda serio, recto, como el estricto coronel al que da vida en pantalla. Por ese mismo motivo, la escena de baile que ilustra esta película resulta tan chocante y tan eficaz al mismo tiempo. El baile que protagoniza Fonda con su pareja es solemne y muy preciso en su forma, como la vida que lleva el coronel, sin salirse de su recto camino. Pero Ford le añade un detalle cómico a través de Henry quien, al igual que su pareja femenina, intercala unos pequeños y divertidos pasos laterales al conjunto del estudiado baile.


Sin dejar en ningún momento de ser efectuado con una perfección al milímetro, el director le está dando a la escena al mismo tiempo el inconfundible “toque fordiano”. Forma de bailar la de Henry que contrasta con la del resto del ejército, más acorde al ambiente de un baile de tales características. Escena sencilla por un lado pero que nos dice mucho en cuanto al personaje del coronel que interpreta Henry Fonda.

No puedo ahora recordar mejor ejemplo de un gran actor que el de Henry Fonda interpretando al sheriff Wyatt Earp digno, serio, torpe, limitado, enamoradizo, vengativo y envarado, que conduce de su brazo a una joven hacia un baile campestre por los caminos polvorientos de un pueblo de frontera
(Juan Antonio González Fuentes, escritor)

En “Pasión de los fuertes” nos encontramos un baile tan típico de esa época como de las películas de John Ford. Wyatt Earp, el personaje que encarna Henry Fonda, acaba de salir de la barbería, donde le han acicalado con perfume, aroma que él va emanando y explicando a quien se cruza en su camino. Wyatt se dirige con Clementine al baile que Tombstone celebra en su iglesia a medio construir, bajo las banderas ondulantes de los Estados Unidos. 


Baile Wyatt y Clementine


Una vez llegan allí, Earp no se decide a salir a la pista, y cuando lo hace, los músicos paran de tocar para recalcar que van a bailar ellos. Es decir, justo todo lo contrario a la tímida intención de Wyatt. El baile de la pareja que vemos a continuación nos vuelve a demostrar el excelente tándem cinematográfico que formaron Fonda y Ford.

Escena mágica, entrañable y antológica de Henry Fonda, de John Ford, de las películas del Oeste y de la historia del cine en su totalidad.

“¿El cine? ¿Usted ha visto caminar a Henry Fonda? Pues eso es el cine
(JOHN FORD)

martes, 21 de julio de 2009

MR. ROBERTS

Mr. Roberts es el protagonista de la película "Escala en Hawaii". Interpretado en la gran pantalla por Henry Fonda, que anteriormente también le dio vida en la escena de Broadway, fue siempre un personaje tremendamente entrañable para el actor. "Escala en Hawaii" estaba basada en una obra de teatro que, a su vez, era la adaptación de una novela.

Thomas O. Heggen es el autor de la novela bestseller "Mister Roberts", publicada en 1946. En ella, Douglas Roberts, oficial de navío durante la Segunda Guerra Mundial, defiende a su tripulación de la tiranía de su capitán. Muchas de las acciones tienen lugar en el barco "USS Reluctant", que navega "de la apatía al tedio haciendo ocasionales escalas en la monotonía y el aburrimiento".


Hegen concibió la novela como una sucesión de historias cortas. Gran parte de los incidentes cómicos que aparecen en ella, como el tirar él mismo por la borda la dichosa palmera del capitán, estaban basados en su experiencia real a bordo del USS Virgo, donde Heggen sirvió en el Pacífico Sur como teniente durante la Segunda Guerra Mundial.

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"Mr. Roberts" (1948) se llama también la adaptación al teatro de la novela de Heggen. Una de las más sólidas obras que aparecieron tras la Segunda Guerra Mundial.

En 1947, Henry Fonda se encontraba en Nueva York intentando convencer a su amigo Joshua Logan para que dirigiese una película que el actor iba a interpretar. Pero Logan sólo le hablaba de la comedia teatral que acababa de escribir junto a Thomas Heggen, que iba a ser producida por Leland Hayward y dirigida por él mismo en Broadway. Logan le comentó a Fonda que sentía que no la pudiera interpretar, dado el compromiso cinematográfico que tenía entonces el actor. Aunque Heggen y Logan no lo hablaron en profundidad, ambos tenían en mente a Henry cuando escribieron la obra. No sorprende, pues, que Mr. Roberts posea algunos rasgos familiares del actor. Es amable, sincero y compasivo, un hombre que busca un significado a su vida. En sus deseos de entrar en combate, y en sus continuos desafíos al capitán, despliega el calmado heroísmo de figuras como Wyatt Earp o Abraham Lincoln (personajes que Fonda había llevado a la gran pantalla con gran credibilidad). Mr. Roberts es también un hombre decente que se opone a cualquier clase de tiranía.

A Henry Fonda le encantó el guión. Tanto que pidió a su agente que le librase de su actual compromiso cinematográfico para poder vincularse al proyecto teatral. En él veía una posibilidad de regeneración personal y profesional. En esos momentos, Henry no encontraba en el cine la calidad que hubiera deseado. El escenario, sin embargo, siempre le había ofrecido algo que necesitaba de la interpretación y que no conseguía en la gran pantalla: hacer una caracterización intensa y compleja, esa huída de sí mismo que le había hecho desear ser actor por encima de todas las cosas ("Cuando interpreto me pongo una máscara, y cuando hago esto, ya no me siento tímido o cohibido en absoluto, porque sé que cuando estoy en el escenario, voy a ser divertido, brillante e ingenioso... Voy a ser otra persona que no soy yo en absoluto").

Abandonó Hollywood en el Otoño de 1947 y empezó los ensayos.

La obra de teatro tuvo su premiere en Broadway, en el Alvin Theatre, el 18 de Febrero de 1948. Henry Fonda en el papel protagonista y llevando el uniforme que había traído a casa después de la guerra. El reparto lo completaban David Wayne, Robert Keith y Jocelyn Brando, que reemplazó en el último momento a Eva Marie Saint. Los anuncios del Alvin Theatre de Nueva York proclamaban: "¡Henry Fonda en persona!"

La noche del estreno fue exactamente la clase de experiencia regeneradora que Henry estaba buscando. El público de la noche inaugural estaba entusiasmado, y algunos se pusieron en pie en sus butacas para aplaudir a Fonda. Para el actor fue la noche más excitante de su vida. Al día siguiente, los críticos derrocharon elogios, especialmente para su contenida interpretación. Por fin Henry tenía el éxito teatral con el que había soñado desde sus días en la Omaha Community Playhouse.

"Anoche el público no se fue a casa hasta que Mr. Fonda salió a hablar. Dijo: "Esto es todo lo que Tom y Josh escribieron para nosotros. Si quieren, podemos empezar otra vez". Me quedé por allí un rato, esperando que lo hiciesen"
(John Chapman, "Daily News". 19 Febrero 1948)

"Como Mr. Roberts, Henry Fonda está ofreciendo una gran interpretación. Actúa con innata simplicidad, mezclando matices de caridad y angustia que no sólo hacen del personaje una persona de verdad, sino que lo más importante, verifica la apasionada devoción masculina de la tripulación"
(William Harkins, "New York World-Telegram". 19 Febrero 1948)

La obra se preparó para un largo recorrido. Enseguida se agotaron las entradas para las representaciones de los dos años siguientes. En la primera mitad de 1951, Henry inició una gira por todo el país con "Mr. Roberts". Seguía cancelando papeles en el cine, esperaba volver a Hollywood, pero decidió quedarse en la obra hasta que finalizó la temporada. Fue un éxito constante que culminó en Los Ángeles, donde la obra estuvo en cartel ante un entusiasta público. El soberbio trabajo de Fonda al frente de la obra fue reconocido con un Premio Tony, al que seguirían otros muchos galardones.

"Él se preocupa. Le importa. No está satisfecho con que las cosas estén simplemente bien. "Simplemente bien" es, para Fonda, un pecado cardinal. Es un crimen contra su religión, el teatro"
(Joshua Logan)

"Mr. Roberts" tuvo más de mil representaciones teatrales. Henry Fonda no se perdió ni una sola, todas ellas de gran éxito. El 4 de Agosto de 1951 fue la última representación. La obra se había mantenido en Broadway durante tres años.

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En Agosto de 1953, el productor de Broadway Leland Hayward vendió los derechos de "Mr. Roberts" a la Warner Bros. Como previas condiciones, Hayward produciría la versión cinematográfica y Logan la dirigiría.

Fonda contaba entonces veinte años más que el personaje de Mr. Roberts. Realmente, no esperaba conseguirlo, a pesar de su obvia identificación con él. El estudio pensaba que se resentiría su interpretación en pantalla al haber estado tanto tiempo en el teatro, lejos del cine. El papel protagonista le fue ofrecido a William Holden, una de las figuras del momento. Pero Holden lo rechazó por considerar que el rol le pertenecía a Fonda y a nadie más. La Warner entonces se lo ofreció a Marlon Brando, de quien se dijo que lo había aceptado.

Por su parte, Joshua Logan había abandonado el proyecto de dirigir la versión cinematográfica tras escribir el guión junto a Frank Nugent. Y apareció en escena John Ford. Ford aseguró que no quería otro actor que no fuera Henry Fonda ("Si él no hace la película, entonces yo tampoco la haré").

Henry no había regresado al cine desde su teatral "Mr. Roberts". Sin ningún ofrecimiento interesante para la gran pantalla, se metió de lleno en otras dos obras: "Point of no return" y "The Caine Moutiny Court Martial". Sin embargo, aunque los productores de esta última intentaron convencerle de que se quedara todo el tiempo que la obra permaneciese en cartel, Henry tenía ante sí la casi seguridad de dar vida a Douglas Roberts en la versión cinematográfica. Para el público, y para el propio Fonda, él y Roberts eran almas gemelas. "Mr. Roberts" era algo que llevaba muy metido en el corazón, un triunfo personal profundamente relacionado con las experiencias emocionales más importantes de su vida.

Dado que John Ford significaba mucho en ese momento en la taquilla, la Warner aceptó. Este triunfo de la lógica sobre lo comercial supuso el renacimiento de Fonda en el cine. El actor, además, estaba magistralmente arropado por dos grandes del cine clásico: James Cagney (el odioso dueño de la palmera) y William Powell (en su última actuación, absolutamente deliciosa, para la gran pantalla). Redondeaban el reparto Ward Bond, Ken Curtis, Patrick Wayne y Harry Carey, Jr. Y también aparecía en esta película Jack Lemmon, entonces un joven actor que se estaba haciendo camino en el cine y que obtuvo por su creación de Pulver nada menos que el Oscar al mejor actor secundario.


La película fue rodada en Hawaii y en la Midway Island. "Araner", el propio yate de John Ford, sirvió de estancia del reparto durante el rodaje. Durante el mismo surgieron desavenencias entre Fonda y Ford. El primero quería respetar al máximo la obra teatral, que consideraba sublime. El segundo quería poner más énfasis en los aspectos cómicos de la obra. Más adelante, Ford tuvo que ausentarse por problemas de salud. El director Mervin LeRoy fue solicitado para terminar la película, ayudándole en esta tarea Joshua Logan. Ambos decidieron respetar por completo el inconfundible estilo de John Ford: combinación de comedia y sentimiento, vigorosa camaradería entre los hombres, nostalgia por un tiempo que se escapa...

El escenario de la película es el Pacífico Sur en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Y la acción tiene lugar a bordo de un buque de carga, el "U.S.S. Reluctant". El barco opera en la retaguardia de la guerra y su capitán (James Cagney en uno de sus mejores papeles) es un hombre maleducado, pomposo y aburrido, cuya única señal de compasión es el cuidado que presta a la palmera que tiene en cubierta. Esa palmera se convierte en un símbolo de la frustración de la tripulación, mientras sueñan con volver a casa, con mujeres y otros placeres. Doug Roberts (Henry Fonda), el oficial de carga del "Reluctant", está del lado de sus hombres y hace de parachoques entre ellos y el odioso capitán.

"Escala en Hawaii" tuvo un éxito rotundo en taquilla en su estreno en Nueva York el 14 de Julio de 1955. Además del citado galardón a Lemmon, estuvo nominada a mejor sonido y a mejor película.



Evidentemente, Ford no se equivocó en su elección del actor protagonista. La actuación de Fonda en la pantalla es, sencillamente, magistral. Henry resiste en medio del talentoso reparto con extremo aplomo, y equilibra amabilidad y fuerza, compasión y desprecio, sutil sarcasmo y abierto desafío. Lo había interpretado durante tanto tiempo en la escena que llevaba muy dentro el personaje. El teniente Doug Roberts restituyó en toda su integridad las virtudes de Fonda para la comedia. Incluso añadió a su personaje un nuevo matiz. En la versión teatral, Henry sólo tenía once años más que David Wayne, el actor que interpretaba a Pulver. Ahora era veinte años mayor que Jack Lemmon, homólogo de Wayne en la película. Podía apreciarse la diferencia no tanto en su aspecto como en su carácter. Roberts, aunque lo bastante joven para ser un rebelde y un verdadero amigo para los marineros, también es lo bastante maduro para expresar un aire de adulta autoridad y para ser el mediador y la figura paternal de la tripulación. En la obra y en la película él es el centro sobre el que gira todo lo demás.


"Fonda no parece estar interpretando a Mister Roberts, es Mister Roberts"
(William K. Zinsse, "New York Herald Tribune")


Para un actor que había brillado en el papel teatral durante tres años, no podía ser de otro modo. Comenzaba así con buen pie el retorno de Henry a la gran pantalla, fructífero en películas de calidad y en valiosas interpretaciones. Volvía a estar solicitado como siempre. Era como si no se hubiese marchado.


Para Fonda, el personaje de Mr. Roberts fue siempre muy especial. Por la satisfacción personal que le había aportado en teatro y por la gratificación añadida en la gran pantalla. Su nieto Justin (hijo de Peter) era a menudo invitado por Henry a su casa. Sus amigos de pandilla le preguntaban qué hacía allí y Justin contestaba: "Mirar películas". Cuando los chicos querían saber cuáles, Justin decía: "Escala en Hawaii".


En 1979, cuando Henry Fonda contaba ya 74 años de edad, le dieron un merecido homenaje en el Kennedy Center por toda su carrera como actor. En un momento de la ceremonia, el coro naval cantó para él. Su esposa Shirlee se encontraba a su lado ("En realidad, no pude verle demasiado bien la cara porque estaba un poco detrás de él. Pero su cuerpo era tan expresivo que podía sentir su emoción cuando el coro naval cantó").

Al terminar, un miembro del coro se acercó al micrófono y, dirigiendo a Henry Fonda su saludo, dijo: "Thank you, Mr. Roberts".