domingo, 5 de junio de 2011

LA OTRA GRAN PASIÓN DE HENRY FONDA

Cuando tenía cuatro años y medio, mi padre era una estrella de cine importante. Pero América había entrado en la Segunda Guerra Mundial y papá decidió que tenía que alistarse en la Marina. Peter y yo no comprendíamos por qué estaba fuera tanto tiempo, pero él nos enviaba unas cartas maravillosas. Inventó una historia sobre un pez llamado Wilbur e ilustraba cada capítulo. Estos dibujos sencillos ya indicaban el notable talento que mostraría luego como pintor. Luchó por la perfección de este arte igual que lo hizo como actor
(Jane Fonda)


El arte pictórico estuvo presente en la vida de Henry Fonda ya desde su infancia. Nieto de un excentrico pintor, heredó de él su talento para el dibujo y la pintura, al punto de convertirse con el tiempo en mucho más que una afición.

En el verano de 1933, Henry se unió a la Westchester Players en Mount Kisco, Nueva York, como diseñador de decorados. Diseñó, construyó y pintó los decorados para doce producciones diferentes. También disfrutó a un tiempo de pequeños trabajos como actor, llegando a aparecer en dos obras en las que se dijo de él que había robado la función. Al verano siguiente, fue invitado a regresar como actor.




Se había convertido en un gran admirador del pintor realista estadounidense Andrew Wyeth, del que había empezado a imitar su estilo y al que llegó a conocer en persona. Tras citarse con él en la casa del pintor, Henry colocó uno de sus cuadros en el coche. Al salir Wyeth a recibirle, vio el cuadro y dijo: “Harnett”. El cuadro de Fonda le había recordado los trabajos del pintor de bodegones William Michael Harnett.


En la época en la que ya correteaban a su alrededor sus hijos Jane y Peter, Hank descubrió lo que sería su hobby definitivo: pintar. Tarea a la que dedicaba las horas libres que le quedaban entre función y función teatral.


Henry practicó la pintura durante casi toda su vida, llegando a convertirse en un gran profesional de la misma hasta el punto de llegar a vender algunos de sus cuadros.

Durante veinte años, su gran amigo James Stewart montó un caballo llamado Pie, pero cuando ambos rodaron juntos “El club social de Cheyenne”, Pie era ya demasiado viejo para trabajar en exteriores, así que se quedaba en el establo mientras James utilizaba otro caballo en su lugar. Fonda, naturalmente, sabía cuánto significaba Pie para Stewart.

Una semana después de que volviéramos del rodaje de la película, Hank vino con una acuarela enmarcada, con un marco precioso, que había hecho de Pie. Siempre que la veo, me acuerdo de Hank. Y la acuarela retrata perfectamente a Pie
(JAMES STEWART)

6 comentarios:

El Tirador Solitario dijo...

Vaya, por lo que veo, tu amigo Hank era un pintor estimable...y supongo que en subasta esos lienzos deberían costar una pequeña fortuna...contando que Jane o Peter quisieran ponerlos en almoneda...

¡Un abrazo, amiga!

Clementine dijo...

Mi amigo Hank, amigo Tirador, era (casi) perfecto, ya lo ves. Yo es que elijo muy bien a mis amigos...
¡Otro abrazo para ti!

Alicia dijo...

Es curioso,pero las personas con talento suelen tener varios. Es curioso el hecho y curiosa la forma mía de decirlo.
Que también soy de las de varios talentos ni se pone en duda. Y tú también, clementine

Clementine dijo...

Curioso esto que dices, Alicia. Y ya que me adjudicas varios talentos a mí, no pondré tampoco en duda los varios tuyos, qué menos.

Jose Caballito dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con la teoría de los talentos. Hay escritores que pintan, actores que escriben, músicos que esculpen... Y luego ¡injusto destino! hay gente que no tiene talento y punto.
Yo por ejemplo sé hacer pompas de jabón y me sale bien el pino.

Clementine dijo...

Tú eres un claro ejemplo de que es cierta esa teoría, Jose Caballito, bonito nombre por cierto. Hacer bien pompas de jabón y encima que te salga bien el pino ya es talento doble, ya.