“Los padres son hombres con una altura de dos metros y medio y que caminan a paso de gigante. Sé que mi padre era el mejor que nunca ha habido echando a volar cometas”
Henry Fonda recordaba a su madre como una mujer “angelical” y muy afable. Su padre, por el contrario, era riguroso, reservado y poco dado a manifestar sus emociones con facilidad.
Henry Jaynes Fonda nació el 16 de Mayo de 1905 en Grand Island (Nebraska). Mismo año en que los cines de cinco centavos hacían su irrupción en los barrios comerciales de todas las ciudades norteamericanas. Con tan sólo seis meses, se trasladó con su familia a Omaha, instalándose finalmente en una enorme mansión de uno de los mejores barrios de la ciudad. Henry tenía dos hermanas menores, Harriet y Jayne.
William Brace Fonda, el padre de Henry, le dijo en una ocasión que había heredado la mirada de sus antepasados italianos, quienes habían emigrado a los Países Bajos tras haber luchado en el bando perdedor en una guerra religiosa local durante la época del Renacimiento.
Jellis Fonda, ancestro de la familia, llegó a Nueva Ámsterdan en 1642. Y uno de sus biznietos, Douw Fonda, emigró a las regiones inexploradas de lo que hoy es el norte del estado de Nueva York, en busca de tierras abiertas, y se estableció en un lugar del río Mohawk. Y a la pequeña ciudad que creció alrededor de su casa le dio el nombre de la familia.
Más adelante, la ciudad de Fonda fue saqueada por los indios, que se pusieron del lado de los británicos y, a principios de 1800, los miembros de la familia Fonda abandonaron su ciudad para probar fortuna más allá del Mississippi.
Uno de ellos se estableció en Nebraska. Y de aquí surgió el padre de Henry, un impresor con ganas de trabajar que se estableció por su cuenta al poco de casarse con una resuelta mujer llamada Herberta Jaynes, la madre de Henry.
El pequeño Henry y su pandilla construían cabañas con los maderos que conseguían en las fincas en obras de los alrededores. Y todos los Domingos por la tarde, el padre de Henry aparcaba su automóvil delante de la casa, sacaba el motor y lo limpiaba en el “laboratorio del sótano” mantenido según la tradición de Henry Ford y otros inventores aficionados del Medio Oeste. Con el coche se iban a patinar en invierno y de excursión en verano, quedando a menudo estacionado a la derecha de la parcela vacía en la que pastaba la única vaca de la familia Fonda.
A los diez años, Henry ganó un concurso de relatos cortos. Su historia, “The mouse” estaba narrada desde el punto de vista del personaje principal y fue publicada en el periódico local. Para entonces, Henry había revelado también su talento para el dibujo y la pintura. Esa vena artística le llegaba por línea materna, ya que su abuelo era un excéntrico pintor. La pintura se convertiría finalmente en él en mucho más que una afición.
En los veranos, por dos dólares a la semana, comenzó a trabajar a los doce años en la imprenta de su padre. Y este dinero ganado lo gastaba después en admirar a Charles Chaplin, William S. Hart y otros héroes de las películas de un solo rollo que proyectaban los cines locales.
En la infancia de Henry Fonda destacaron dos acontecimientos que marcaron profundamente su carácter. El primero tuvo lugar cuando él contaba tan sólo cinco años de edad. En mitad de una noche, su madre le despertó llevándole al porche y señalándole un brillo en la oscuridad nocturna. Era el cometa Halley. “Sólo viene una vez en la vida de una persona”, le comentó su madre, haciéndole ver esta inolvidable experiencia como un espectáculo ofrecido para él en exclusiva.
El otro acontecimiento fue a sus catorce años. En la ciudad, un hombre negro había sido arrestado acusado de violar a una mujer blanca. Tras la cena, su padre le pidió que le acompañara y a través de la ventana de la imprenta le hizo ver cómo una muchedumbre aparecía con el hombre negro, atándole a una farola y colgándole sin más miramiento. Después, le dispararon varias veces y, atando su cuerpo a un coche, lo arrastraron por toda la ciudad.
Estos dos hecho, tan dispares entre sí, expresaban el lado tierno de su madre y el tremendamente duro de su padre. Aspectos que siempre estuvieron en conflicto en el interior de Henry. Una continua lucha que John Steinbeck, amigo personal del actor, expresaba así: “Henry es un hombre tierno, que te llega al corazón, pero inalcanzable, capaz de una violencia peligrosa repentina y salvaje. Su cara es un cuadro de sentimientos opuestos en conflicto”.
“Me parezco a mi padre. Cuando paso ante un espejo y veo mi reflejo en él, mi primera impresión es “Ése es mi padre”. Hay una fuerte imagen Fonda”
Cuando Henry acabó de crecer, hasta una altura de un poco más de un metro ochenta, ya era un buen atleta y un buen boy scout. Tras su graduación en la Omaha Central High School en 1923, se matriculó en la Universidad de Minnesota con el fin de estudiar Periodismo y alejarse por un tiempo de su Omaha natal.
Se pagaba la estancia a base de trabajar a tiempo parcial en el servicio de reparaciones de la compañía telefónica Northwestern Bell en Minneapolis. Tras esto, se convirtió en director de deportes y actividades para la Unity Settlement House, trabajando gran cantidad de horas que le dejaban poco tiempo para asistir a la universidad. También escribía historias cortas y obras de teatro.
No conforme con lo que estaba haciendo con su vida, abandonó los estudios en Minnesota y regresó a Omaha, desempeñando aquí diversos oficios e intentando trabajar en algún periódico.
Y esta vez, precisamente en Omaha, le llegó por fin la oportunidad que le cambiaría rotundamente la vida…
6 comentarios:
¡¡Me has dejado en lo mejor!! Esto no se hace, pero como forma de engancharme está bien, pero que muy bien.
Al decir lo del Halley, no he podido dejar de acordarme de Mark Twain, que nació cuando pasó el Cometa, y moría cuando lo miraba con ojos de asombro aquel niño llamado Henry Jaynes...
Sí, Tirador, esto se hace así. Son retazos de la vida de Hank, al que puedes llamar así si quieres, se deja.
Y muy curioso el dato que aportas sobre Mark Twain, menudo personaje también.
Vaya trabajazo!! Podría ser un primer borrador para el guión de "Henry Fonda: su vida contada po la agradecida Clementine"
Que no tardes meses en darnos otro piazo.
Paciencia, Alicia, paciencia. Esto es así, poco a poco se va recomponiendo el rompecabezas...
Hola Clementine. Paseando estoy por otro de tus blogs. Este es magnífico. Soy un ferviente admirador de Henry Fonda. Hace bien poco realicé una reseña para la revista Cineuá, en el apartado de retrospectiva, hablando de "Las uvas de la ira". Creo que nunca ha habido y nunca habrá en la historia del cine un personaje como Tom Joad. Este papel de Fonda me encanta. Interpretación colosal donde las haya. Pero también en "Doce hombres sin piedad" está estupendo o en la alocada comedia "La pícara soltera". Era un actor diez. De los que ya no quedan. Besos.
¡Hola, Marcos! Qué alegría que te pasees también por aquí. Henry Fonda es mi actor favorito de siempre. Tom Joad... increíble personaje e interpretación de Fonda. Y en "La pícara soltera" hace una pareja muy simpática con Lauren Bacall. ¿Y en cuál no está bien?
Precisamente esta tarde me he visto, una vez más, "Doce hombres sin piedad" y he disfrutado con su interpretación, es magistral, pero toda la película también lo es.
Y esa reseña tuya de la revista, ¿se puede ver de alguna manera? Me interesa, me interesa. Oye, cuántos gustos tenemos en común, qué bien.
Besos, Marcos, y muy bienvenido a este blog.
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